Una familia de clase alta alemana formada por esposo, esposa, hijo pequeño y perro, deciden ir a pasar unos días a su casa en las afueras para navegar en su barco velero. La feliz y adinerada familia no contaba con la inesperada visita de dos jóvenes demasiado insistentes... Este es el argumento de la genial y brutal
Funny Games, hábilmente dirigida por
Michael Haneke. Un director que presume de la dureza de sus películas, y en las que su visionado requiere de un precalentamiento emocional, así que depende del estado de ánimo que se tenga, mejor no verlas. En
Funny Games hay una mezcla de sutileza y brutalidad en la forma de rodar las escenas violentas. Haneke consigue desmoronar la moralidad del espectador, tirándola por los suelos, machacándola, exhibiendo el lado más oscuro, irracional y perverso del ser humano. Además se toma el lujo de hacer partícipe de la barbarie al espectador, haciéndonos sentir una mezcla de rabia, impotencia y perplejidad.
Por algunos momentos de tensión me recordó a la genial
Haute Tension del joven
Alexandre Aja, y en otros momentos de violencia injustificada y explícita me recordó al lado más violento de
Takashi Miike.
En cuanto pueda veré
La Pianista, del mismo director y también algo fuerte, según dicen.
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