Y siguiendo con mi viaje cinematográfico a través de las malsanas mentes de los mayores psicokillers de la historia, me encuentro con Ted Bundy. Película sobria pero no por ello mala, y con algunos toques de humor, que centra su acción en los atroces y perversos crímenes sexuales que cometió uno de los mayores asesinos en serie de la historia negra de los Estados Unidos, Theodore Robert Bundy. La primera secuencia de la película muestra los primeros síntomas de locura de Bundy nada más despertarse de la cama, “Hola. Me llamo Ted, mucho gusto”, le dice a los espejos. Michael Reilly Burke es el encargado de dar vida a Bundy, y en mi opinión lo hace francamente bien si tenemos en cuenta la dificultad que el papel representa. La dualidad de Bundy no se refleja de la manera marcada que a todos nos gustaría, más bien es como si le dieran arrebatos y después se calmara durante un rato o durante días, así es que no es que viviera dos vidas paralelas plenamente organizadas, sino que funcionaba a base de impulsos, de impulsos sexuales. Hay secuencias estremecedoras en las que Bundy golpea y viola a una joven mientras otra joven más que se encuentra atada, lo observa todo aterrorizada, sabiendo impotente que será la próxima víctima. Y otra donde arrasa literalmente en una residencia de estudiantes femeninas, a las que mata y viola sistemáticamente en cuestión de pocas horas. Bundy lo tenía todo, y nada bueno; era un sádico violador necrófago que no sentía ningún tipo de remordimiento por sus víctimas. Además era como si se tomara una particular venganza con cada una de ellas, que las seleccionaba con un inmenso parecido al amor platónico que lo rechazó; morena y de pelo largo. Esto en la película no se ve. Pero sí veremos las estúpidas y a veces absurdas y surrealistas tácticas que usaba para atraer a sus víctimas. Se puede desprender de las escenas en que se ven representadas estas tácticas, que no era la táctica en cuestión lo que atrapaba a las víctimas, sino el porte de Bundy y su habilidad para relacionarse con cualquier persona.
El fallo de la película, como en algunas de las que veo que tratan sobre psicokillers y asesinos en serie, es que no ahonda en la personalidad del asesino, ni lanza hipótesis o da explicaciones(como si tuviera que haber una explicación)del porqué llegan a cometer actos tan atroces. Tampoco muestran la infancia de Bundy, algo importante y que se debería haber visto aunque fuese a modo de flashback. Todos los psicokillers suelen haber tenido una infancia traumática o por lo menos atípica, como era el caso de Ted Bundy.
En la película Bundy queda como un degenerado que va superándose a si mismo en cada crimen, y va encontrando cada vez más placer en cada asesinato y violación que comete. Es como si le poseyera una bestia depredadora que usa a sus víctima como simples muñecas sexuales. Incluso hay una escena en la que obliga a su propia novia a hacerse la muerta para conseguir excitarse en pleno acto sexual.
Eso sí, el final me gustó mucho, puede que sea lo mejor de la película junto con las escenas de las tácticas depredadoras. ¡ATENCIÓN Spoiler! Si no has visto la película y quieres hacerlo no leas lo siguiente: Matthew Bright, el director, ha conseguido un final bastante ingenioso y vengativo, como si el director pretendiera vengarse del propio Bundy. Muestra a un Bundy humillado y ultrajado antes de entrar a la silla eléctrica; varios policías lo sodomizan con algodón para que no se manche con sus propios excrementos después de la descarga eléctrica, y le afeitan la cabeza en cuestión de segundos. Bundy aparece en la silla eléctrica delante de un público reducido y de los funcionarios que activaran el procedimiento de ejecución. En una de la escenas veremos al verdugo que accionará la palanca para activar la descarga eléctrica, el verdugo lleva puesta una máscara que le cubre el rostro. Después de ver la muerte de Bundy, la cámara va hacia el verdugo y se quita la máscara para descubrir a una mujer con el cabello largo oscuro, como sus víctimas. Un gran final, no hay nada como el placer de la venganza, un sentimiento tan humano como los perversos pensamientos de un psichokiller. ¡FIN DEL SPOILER!
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