Chuck Parello termina con Hillside Strangler, su particular trilogía sobre asesinos en serie, que comenzó con la segunda parte de la experimental Henry, Retraro de un Aseino y siguió con Ed Gein. Hillside Strangler sigue la estela de Ed Gein. Por cierto, me gustó mucho más Ed Gein. Para los que no la hayan visto, Ed Gein cuenta la historia del asesino real en que se basó Tobe Hooper para crear el personaje de Leatherface en su inigualable La Matanza de Texas.
Hillside Strangler cuenta la historia, basada en hechos reales, de dos psicópatas que sin un ápice de remordimiento, brutal sadismo y frialdad, sembraron el caos durante cuatro largos meses, en Los Angeles, cometiendo brutales asesinatos a finales de la década de los 70. La película es insipida y cruda a partes iguales. Vamos, como comernos un bistec de carne crudo y además sin sal. Muestra sólo una pequeña parte(sin sangre)de los crímenes que cometieron estos dos salvajes, se podría decir que se queda corta. Como casi todas las películas basadas en asesinos en serie reales, esta Hillside Strangler sigue sin ahondar en la personalidad del psicópata y sólo busca el morboso objetivo realista en primera persona de los asesinos. Asistiremos como meros espectadores impotentes al terrible espectáculo que dan y del que disfrutan los dos asesinos; torturando, vejando y violando a sus pobres víctimas.
Hecho en falta alguna explicación, si es que existe, de cómo y porqué sobrepasan esa delgada y difuminada línea que separa el bien del mal. Por eso suelo ver estas películas. No me basta con saber que los criminales hayan tenido una infancia dura, ni que hayan sufrido maltratos físicos o psicológicos. Me gustaría saber qué es lo que les hizo “click” en la cabeza, qué fue lo que les activó el interruptor del terror. Supongo que eso también les gustaría saber a muchos psicólogos. Hay varias hipótesis; una es que sienten un gigantesto y descomunal odio a la raza humana, y por lo tanto, hacia ellos mismos también. Otra es que algún tipo de desviación sexual les arrastra hacia la barbarie y hacia una constante, completa y eterna insatisfacción. Supongo que la mente humana es tan compleja que seguro que tendrán cabida en ella otras decenas y cientos de singulares hipótesis más.
Hillside Strangler cuenta la historia, basada en hechos reales, de dos psicópatas que sin un ápice de remordimiento, brutal sadismo y frialdad, sembraron el caos durante cuatro largos meses, en Los Angeles, cometiendo brutales asesinatos a finales de la década de los 70. La película es insipida y cruda a partes iguales. Vamos, como comernos un bistec de carne crudo y además sin sal. Muestra sólo una pequeña parte(sin sangre)de los crímenes que cometieron estos dos salvajes, se podría decir que se queda corta. Como casi todas las películas basadas en asesinos en serie reales, esta Hillside Strangler sigue sin ahondar en la personalidad del psicópata y sólo busca el morboso objetivo realista en primera persona de los asesinos. Asistiremos como meros espectadores impotentes al terrible espectáculo que dan y del que disfrutan los dos asesinos; torturando, vejando y violando a sus pobres víctimas.
Hecho en falta alguna explicación, si es que existe, de cómo y porqué sobrepasan esa delgada y difuminada línea que separa el bien del mal. Por eso suelo ver estas películas. No me basta con saber que los criminales hayan tenido una infancia dura, ni que hayan sufrido maltratos físicos o psicológicos. Me gustaría saber qué es lo que les hizo “click” en la cabeza, qué fue lo que les activó el interruptor del terror. Supongo que eso también les gustaría saber a muchos psicólogos. Hay varias hipótesis; una es que sienten un gigantesto y descomunal odio a la raza humana, y por lo tanto, hacia ellos mismos también. Otra es que algún tipo de desviación sexual les arrastra hacia la barbarie y hacia una constante, completa y eterna insatisfacción. Supongo que la mente humana es tan compleja que seguro que tendrán cabida en ella otras decenas y cientos de singulares hipótesis más.
Y siguiendo con la película, lo único a destacar es la actuación del incansable actor de la serie B, C. Thomas Howell. Por lo demás, no la recomiendo a no ser que uno sienta la irracional inquietud de presenciar en primera persona parte de los salvajismos de estos dos despreciables elementos.
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