Wes Craven puso sus manos (y su dinero) en el mito de Drácula para modernizarlo y lo único que consiguió fue ridiculizarlo hasta límites insospechados, y Craven, que es un tipo listo decidió no dirigir ninguna de las tres películas y pasarle el marrón a Patrick Lussier. Pero Lussier, lejos de cagarla en cada parte rodada, nos sorprende aumentando de manera exponencial la calidad de cada una de las secuelas. Pero empecemos por la peor parte de la trilogía, la primera:
Por el título Dracula 2000 (en España Drácula 2001 por el tema de fechas de estreno) ya nos podemos esperar lo peor, pero yo, que peco de ser a veces un tanto ingenuo y confío demasiado en los que en ocasiones acertaron de lleno en esto del género de terror, vuelco todas mis esperanzas, y el chasco que me llevo adquiere dimensiones épicas. Y es que a Dracula 2000 no hay por donde cogerla, aprovecha de forma descarada el éxito de Scream, para lanzarnos a un grupo de jóvenes bien moldeados pero profundamente estúpidos que se nos presentan como ladrones profesionales, y que acaban vampirizados de manera lamentable. Intenta modernizar el mito de Drácula, llevándolo a un fracaso estrepitoso al reconstruir los orígenes del vampiro y mezclarlos de manera algo forzada con la historia de Jesucristo y su “colega” Iscariote. Lo único que insufla un ápice de autenticidad a la película es la aparición del veterano actor Christopher Plummer interpretando al incansable cazador de vampiros Van Helsing.
Patrick Lussier hace lo que puede por dirigir semejante despropósito, pero por fortuna rodar esta primera parte le sirve de aprendizaje y se lanza a una secuela, evitando todos los errores que cometió en esa especie de olvidable telefilme vampírico comercial.
Dracula II: Ascension es ya otra cosa, sin ser una gran película, al menos respeta el tono oscuro, tenebroso y sangriento del género vampírico. Y nos presenta a todo un cazador de vampiros, el Padre Uffizi, medio vampiro, medio humano y a la vez cura, muy bien interpretado por Jason Scott Lee que no duda en decapitar con su látigo o cuchillo a cualquier chupasangre que se cruce en su camino, al más puro estilo Chris Belmont de mi querida saga videojueguil Castlevania. Aquí los personajes ya no son planos, como en la primera parte, sorprendentemente los mismos guionistas de la primera se pusieron las pilas en la secuela. Ya no profundizan en el mito de Drácula, ni en su historia, en esta parte tratan a los vampiros como enfermos y los guionistas se las arreglan para que un grupo de estudiantes de medicina atrapen a un chupasangre (el de la primera parte) y analicen su sangre para encontrar una vacuna. Hay buenas escenas sangrientas y de acción, y los actores lo hacen lo suficientemente bien como para que mostremos interés en la pequeña trama amorosa que los guionistas incrustan como pueden, para provocar hacia el final, un pequeño giro de guión, más propio de la serie b que de una película comercial pero que sirve para que los mecanismos de nuestro cerebro no entren en estado de letargo (como en la primera parte). Es por eso que me decidí a ver la tercera parte.
En Dracula III: Legacy el Padre Uffizi (Jason Scott Lee) y Luke (Jason London) van en busca de Elizabeth, amada de Luke que fue infestada y “secuestrada” en la segunda parte. Así que viajan hasta Bucarest, capital de Rumania, y en plena guerra civil se mezclan entre el ejército y los rebeldes para llegar hasta Elizabeth y el rey de los chupasangres. Esta parte es algo menos oscura y tiene mucha más acción que las anteriores. Nos presenta al Padre Uffizi y a Luke como un compenetrado equipo; Luke hace de cebo y Uffizi de cazador. Y también es la parte de la trilogía con mayor presupuesto pero no por ello la mejor. Yo sigo prefiriendo la segunda parte por la oscura fotografía y el ambiente claustrofóbico.
Así que para concluir recomiendo, en especial para al que le guste el género vampírico, que prescindan de la primera parte y se lancen directamente a la segunda y tercera. Yo me he tragado la trilogía completa y seguida, una detrás de otra. Es casi como ver una película de cuatro horas y media ya que están bastante bien enlazadas. Incluso me atrevería a decir que la segunda y tercera se rodaron seguidas. Recomendada para los que estén cansados de ver morir a los vampiros con estacas clavadas y prefieran verlos morir decapitados.
Por el título Dracula 2000 (en España Drácula 2001 por el tema de fechas de estreno) ya nos podemos esperar lo peor, pero yo, que peco de ser a veces un tanto ingenuo y confío demasiado en los que en ocasiones acertaron de lleno en esto del género de terror, vuelco todas mis esperanzas, y el chasco que me llevo adquiere dimensiones épicas. Y es que a Dracula 2000 no hay por donde cogerla, aprovecha de forma descarada el éxito de Scream, para lanzarnos a un grupo de jóvenes bien moldeados pero profundamente estúpidos que se nos presentan como ladrones profesionales, y que acaban vampirizados de manera lamentable. Intenta modernizar el mito de Drácula, llevándolo a un fracaso estrepitoso al reconstruir los orígenes del vampiro y mezclarlos de manera algo forzada con la historia de Jesucristo y su “colega” Iscariote. Lo único que insufla un ápice de autenticidad a la película es la aparición del veterano actor Christopher Plummer interpretando al incansable cazador de vampiros Van Helsing.
Patrick Lussier hace lo que puede por dirigir semejante despropósito, pero por fortuna rodar esta primera parte le sirve de aprendizaje y se lanza a una secuela, evitando todos los errores que cometió en esa especie de olvidable telefilme vampírico comercial.
Dracula II: Ascension es ya otra cosa, sin ser una gran película, al menos respeta el tono oscuro, tenebroso y sangriento del género vampírico. Y nos presenta a todo un cazador de vampiros, el Padre Uffizi, medio vampiro, medio humano y a la vez cura, muy bien interpretado por Jason Scott Lee que no duda en decapitar con su látigo o cuchillo a cualquier chupasangre que se cruce en su camino, al más puro estilo Chris Belmont de mi querida saga videojueguil Castlevania. Aquí los personajes ya no son planos, como en la primera parte, sorprendentemente los mismos guionistas de la primera se pusieron las pilas en la secuela. Ya no profundizan en el mito de Drácula, ni en su historia, en esta parte tratan a los vampiros como enfermos y los guionistas se las arreglan para que un grupo de estudiantes de medicina atrapen a un chupasangre (el de la primera parte) y analicen su sangre para encontrar una vacuna. Hay buenas escenas sangrientas y de acción, y los actores lo hacen lo suficientemente bien como para que mostremos interés en la pequeña trama amorosa que los guionistas incrustan como pueden, para provocar hacia el final, un pequeño giro de guión, más propio de la serie b que de una película comercial pero que sirve para que los mecanismos de nuestro cerebro no entren en estado de letargo (como en la primera parte). Es por eso que me decidí a ver la tercera parte.
En Dracula III: Legacy el Padre Uffizi (Jason Scott Lee) y Luke (Jason London) van en busca de Elizabeth, amada de Luke que fue infestada y “secuestrada” en la segunda parte. Así que viajan hasta Bucarest, capital de Rumania, y en plena guerra civil se mezclan entre el ejército y los rebeldes para llegar hasta Elizabeth y el rey de los chupasangres. Esta parte es algo menos oscura y tiene mucha más acción que las anteriores. Nos presenta al Padre Uffizi y a Luke como un compenetrado equipo; Luke hace de cebo y Uffizi de cazador. Y también es la parte de la trilogía con mayor presupuesto pero no por ello la mejor. Yo sigo prefiriendo la segunda parte por la oscura fotografía y el ambiente claustrofóbico.
Así que para concluir recomiendo, en especial para al que le guste el género vampírico, que prescindan de la primera parte y se lancen directamente a la segunda y tercera. Yo me he tragado la trilogía completa y seguida, una detrás de otra. Es casi como ver una película de cuatro horas y media ya que están bastante bien enlazadas. Incluso me atrevería a decir que la segunda y tercera se rodaron seguidas. Recomendada para los que estén cansados de ver morir a los vampiros con estacas clavadas y prefieran verlos morir decapitados.
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