domingo, septiembre 03, 2006

Halo de esperanza

Ha sido un mes largo, menos atracos he sufrido de casi todo dentro del taxi y alrededor de todo el siniestro mundo que lo rodea. En poco tiempo he disfrutado de los pros y he padecido los contras de la profesión. La verdad es que dentro del taxi he disfrutado de los mejores momentos del mundo laboral de los últimos once años. Es un oficio arriesgado pero ameno dentro de la rutina diaria que supone recorrer las mismas calles y sumergirse en el mecánico movimiento humano que lleva manejar un vehículo a motor. Estoy contento pero a la vez frustrado. Para sacar el máximo rendimiento de esta profesión uno tiene que ser dueño de una licencia más vehículo, es decir, de ser autónomo, y no depender de nadie. Trabajar como dependiente en una flota de taxis quema, es más, achicharra, trabajar como asalariado para un autónomo es lo peor. El taxista debería ser obligatoriamente autónomo, pero el elevado precio de las licencias hace que muchos jóvenes con ilusiones y con la credencial de taxista se estrellen contra la cruda realidad; salir rodando a la calle arriesgando la vida en más de una ocasión mientras el propietario de la licencia, que tuvo la suerte de comprarla siete u ocho veces más barata hace diez o quince años, esté plácidamente jugando a las cartas en una mierda de bar y llevándose el 55% de las ganancias y además presionando para explotar el taxi y al taxista lo máximo posible. Esa injusticia me asquea, pero al mismo tiempo me da fuerzas para embarcarme en una profesión que tiene recompensa diaria y que en más de una ocasión ha conseguido que me sienta realizado, cosa que jamás he conseguido en ningún otro trabajo donde el hastío diario me llevaba sin concesión hasta la maldita falta absoluta de cualquier tipo de esperanza laboral.

Cada día del mes de agosto dentro del taxi ha servido para arrepentirme de todo el tiempo que he pasado explotado de fábrica en fábrica cobrando mierdas de sueldos. En más de una ocasión mi honradez me ha llevado a apagar el taxímetro y llevar al cliente al lugar exacto donde quería llegar sin cobrarle un céntimo de más, y aún y así acabar ganando dinero en cada carrera. Hacer el taxi es en apariencia un oficio tan simple que cuando uno se mete dentro se asombra de lo complejo que puede llegar a ser y de la recompensa personal que uno consigue cuando hace bien su trabajo. Para un tipo joven como yo y sin dinero ni nadie que pueda avalarme va a resultar difícil embarcarme en la compra de una licencia, pero a pesar de todo voy a intentarlo, puede que sea mi última buena oportunidad para conseguir asentarme de una maldita vez en esta mierda de entramado asfáltico que llaman ciudad.

Pido disculpas a todos los visitantes que han caído por aquí y no han encontrado nada nuevo desde el día dos del mes pasado. Mañana volveré a retomar el blog y a comentar lo poco que he podido disfrutar en las pocas horas libres de este inolvidable mes de agosto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que no era consciente de lo peligroso que puede llegar a ser el oficio de taxista. ¿Llevas taxi con el separador típico entre conductor y ocupantes?

Por cierto, ¿cuanto puede llegar a costar una licencia a día de hoy?

Qué bien se vive en los pueblos donde todo el mundo se conoce. Odio la ciudad :(