sábado, octubre 27, 2007

Sin nada más que yo y la percepción

Otro trecho recorrido sin mirar atrás, sin doblegarme, sufrido y sufriendo la impositiva anti-relación social, de probable consecuencia, de improbable destino. Los días pasan fructíferos para los de arriba, para los de siempre, para los de buena herencia y descendencia. Para nosotros, los de abajo, los que vienen de espaldas cansadas, los días suceden en pausas eternas, como largas cargas de programación primitiva, de incontables decepciones, de insumables tropezones. Las drogas nunca nos incentivaron en la percepción de un prometedor mañana, y jamás tuvimos el valor de admitirlo con sinceridad. Nos entretienen haciéndonos desear ambiciones tan insignificantes que no merecen ni el esfuerzo que se necesita para poder mover un párpado desde la cabeza de uno de los tantos mal pensantes que nos acorralan, y nos infectan con su veneno verbal…




Los rayos de sol atraviesan nuestras persianas polvorientas mientras añoramos un mundo mejor en el que pensar, por el que luchar. Un mundo donde nuestra descendencia pudiera disfrutar de lo que nunca pensamos disfrutar. Ése es el mundo que siempre soñamos desde las drogas programadas por los de siempre. Desde los sueños de cuerpos relajados huyendo de toda maldad. La utopía de los laboratorios incrustada en nuestros cerebros insospechables. Dóciles yonquis inconscientes que pasan el día a día buscando causas por las que luchar para poder afrontar el día a día. Cómodos y camuflados valientes alimentados por rayos catódicos intencionadamente mal dirigidos para doblegarnos sin dolor, para hacer sentir que sentimos sin sentir nada. Es un holocausto silencioso en el que el que el que más poder tiene, más macho alfa se siente. Un holocausto lleno de machos betas segundones. Una ilusión materializada para los idealistas de lo extremo.




Lo más lamentable es que todo empieza a suceder ahora, está sucediendo hoy y no nos importa lo más mínimo. Nos refugiamos en nuestras madrigueras intentando atenuar nuestro acentuado y bochornoso síndrome de Diógenes social. Sangrando por el simple hecho de sangrar, y simplificándolo todo movidos por la doctrina de simplificar.
Inspirado en Dark Blue del genial Warren Ellis.

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