Ese olor agudo a disolvente, a boquilla de cigarro con sabor a pintura, ese olor a papeles sucios y gastados, a papel de lija trabajado. Ese olor a ambientador barato a primera hora de la mañana, a vómito en la puerta izquierda del asiento de atrás, ese olor a rancio en la última parada de metro. El recuerdo de olor a exitus en la parada de urgencias. Olor a química que me persigue dentro del polígono industrial, ese olor a soldadura industrial requemada, a desodorante industrial malgastado. Ese olor a pies en el vestuario, olor a sobaquera en la esquina del autobús, olor a miedo, ese maldito olor diario a ser humano cansado. Ese olor en la cola para pagar, ese olor en la cola para comprar, ese mal olor encima de otro mal olor, ese olor visceral y gastrointestinal. Ese olor a maquillaje exagerado, ese olor a perfume exagerado, ese jodido fémino olor a hembra artificial. Olor a gasoil desde el asiento delantero, a goma quemada, a gases humeando desde el tubo de escape gastado. Ese olor a alcohol digerido, ese olor a profundidad humana, a cigarro mal apagado. Esa puta mierda de olor infernal que en la fábrica no dejaba de molestar, ese olor a nada, ese puto olor vacío que se clava en los pulmones, que se hace imposible de respirar. La mierda de olor a tráfico en hora punta, a prisas sin justificar, a falsedad recién levantada. Olor a críos mal lavados, a críos malcriados, a maduras aceleradas, a currelas sin duchar y con marcas de almohadas en sus caras, a restos de lagañas, a ancianos meados, a puteros rezagados, a drogados que esperan drogarse más, a ejecutivos repeinados bostezando sin parar, a cocaína en los billetes para pagar, ese olor a puta sin duchar, a resaca difícil de encajar, a impaciencia desmedida, a forzada intimidad, a mirada fija en el retrovisor desde el asiento de atrás, y ese puto y maldito olor a mal despertar. Aguantar la peste se convierte en rutina, las curtidas fosas nasales encajan el nauseabundo pestazo diario, el pestazo de la hora punta. Ahora la mierda no huele peor.
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Inspirado por las largas primeras horas de las mañanas del mes de mayo, sentado y conduciendo en el asiento delantero izquierdo de un taxi cualquiera, por una de los peores y más orgullosas y civilizadas ciudades del planeta.
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