Lo he vuelto a hacer, sin remordimiento, sin culpa y con determinación. De nuevo me he convertido en un contingente superhéroe del triste mundo ibérico laboral. Cada día que pasa estoy más convencido que mi destino está encaminado a la autonomía, y sino es así, no quedará otro remedio que encaminarlo hacia la piltraca de pino. Después de todo nacimos para morir ¿No?
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