El sábado pasado me desperté como me despierto los sábados que me toca currar, pensando en quién cojones se subirá al taxi a primera hora de la mañana y con qué intenciones. Me despierto a las 4:30h para poder empezar con el taxi de otro a las 6:00h. Es uno de los tantos puntos negativos y ocultos de ser un taxista asalariado. Pero el sábado pasado sólo tenía una cosa en mente desde que planté los pies en el suelo. El sábado pasado no fue un sábado clon, fue un sábado único y para recordar. Los Habeas Corpus tocaban muy cerca de casa, tan cerca que podía desplazarme andando. Ni doce horas de curro podían quitarme las energías para seguir en pie hasta que M.A.R.S. escupiera su último y visceral discurso en forma de canción. Y así fue. Ella y yo estábamos allí más que puntuales, y a modo de regresión improvisamos un pequeño botellón a las puertas del concierto. Nos desatamos un ratito hasta que entramos y lo primero que vimos fue a los miembros del grupo cenando con total naturalidad en el tenderete de camisetas. Y con la ilusión de un niño me dirijo a ellos para comprar el último trallazo, “Justicia”, mis ojos se van hacia las camisetas y sudaderas, había juntado tanto dinero como para comprar medio tenderete, pero allí estaba Ella para frenarme. Mr. Chifly y M.A.R.S. tan cercanos y agradables como las últimas dos veces que intercambié unas palabras con ellos. Me firmaron amablemente el cd y el nuevo batería, Iván, también puso su dedicatoria y le dibujó sus rastas a la foto del anterior batería, Samuel. Y otra vez mi irrefenable admiración de fan me impidió soltar más de unas pocas palabras hacia ellos, Mr. Chifly me regaló una púa y algo contenido compré una sudadera y un par de camisetas con algún que otro cachondeo eligiendo entre la talla L y XL.
Más tarde, después de engullir unas birras y devorar unos bocatas me quedo transpuesto minutos antes de que salgan al escenario. Oigo la voz de Ella diciéndome que son los Habeas, y me levanto de un salto, agarro la cámara de fotos y con más de treinta años a mis espaldas vuelvo a despegar.
Más tarde, después de engullir unas birras y devorar unos bocatas me quedo transpuesto minutos antes de que salgan al escenario. Oigo la voz de Ella diciéndome que son los Habeas, y me levanto de un salto, agarro la cámara de fotos y con más de treinta años a mis espaldas vuelvo a despegar.
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